Los acrocordones, también conocidos como fibromas blandos o pápulas pediculadas, son pequeñas lesiones benignas que suelen aparecer en la piel, generalmente en zonas donde la fricción es más frecuente, como el cuello, las axilas, los párpados o la parte superior del tórax. Son tumores cutáneos que se desarrollan a partir del crecimiento anormal de las fibroblastos, células encargadas de sintetizar el colágeno, y se caracterizan por su textura suave y elástica.
Estos pequeños bultitos de piel pueden variar en tamaño, pero generalmente son de pocos milímetros, aunque en algunas personas pueden alcanzar varios centímetros. Su color también puede fluctuar, desde tonos más claros similares al color de la piel, hasta tonalidades más oscuras, casi marrones. Su apariencia más característica es su forma colgante, debido al pedículo o pequeño “tallo” que los une a la piel, lo que les da ese aspecto de «colgajo».
Aunque suelen ser completamente inofensivos, su aparición puede generar molestias estéticas o físicas, especialmente cuando se encuentran en lugares donde el roce constante con la ropa o la piel puede irritarlos.
En términos dermatológicos, el acrocordón se clasifica como una hiperplasia fibrovascular, ya que involucra un aumento de tejido conjuntivo fibroso que puede adquirir una estructura vascular más compleja en su interior, lo que en algunos casos puede dar lugar a un mayor suministro de sangre en la lesión.
En resumen, los acrocordones son una de las lesiones cutáneas más comunes y benignas, que rara vez están asociadas con procesos malignos. Sin embargo, entender su naturaleza es clave para diferenciar entre lesiones que requieren seguimiento y aquellas que son simplemente parte de los cambios normales de la piel.
¿Por qué aparecen los acrocordones?
La aparición de los acrocordones no está completamente determinada por una única causa, sino que suele ser el resultado de una combinación de factores genéticos, hormonales y ambientales. A continuación, exploramos las principales causas que se asocian con la formación de estas lesiones cutáneas benignas.
- Genética y predisposición familiar. Uno de los principales factores que influye en la aparición de acrocordones es la predisposición genética. Si tienes antecedentes familiares de acrocordones, es más probable que desarrolles estos pequeños bultitos en la piel. La genética puede jugar un papel importante en la disposición de tu piel a desarrollar estas lesiones, lo que significa que algunas personas nacen con una mayor tendencia a que se les forme este tipo de tejido.
- Fricción y roce constante. La fricción continua sobre la piel es otra de las principales causas de los acrocordones. Las zonas donde la piel se pliega o donde existe contacto frecuente con la ropa, como el cuello, las axilas o debajo de los senos, son lugares comunes donde estos tumores cutáneos benignos tienden a aparecer. El roce constante puede irritar la piel, favoreciendo el crecimiento de tejido adicional que da lugar a los acrocordones.
- Cambios hormonales. Los cambios hormonales también desempeñan un papel fundamental en la aparición de los acrocordones. Durante el embarazo, por ejemplo, las fluctuaciones hormonales pueden aumentar la probabilidad de desarrollar estos bultos, especialmente en mujeres que ya tienen una predisposición genética. Asimismo, el uso de anticonceptivos hormonales o los desequilibrios hormonales durante la perimenopausia también se asocian con una mayor frecuencia de aparición de acrocordones.
- Sobrepeso y obesidad. El exceso de peso es otro factor de riesgo importante en la aparición de acrocordones. Las personas con sobrepeso u obesidad suelen tener pliegues adicionales en la piel, lo que incrementa la fricción y la presión en ciertas áreas, favoreciendo la formación de estas pequeñas lesiones. Además, los depósitos de grasa también pueden ejercer presión sobre la piel, lo que contribuye al crecimiento de los acrocordones.
- Enfermedades metabólicas y hormonales. Algunas enfermedades metabólicas, como la diabetes tipo 2, también se asocian con una mayor incidencia de acrocordones. En estos casos, se cree que la resistencia a la insulina y el desequilibrio hormonal afectan el proceso de formación de tejido en la piel, favoreciendo la aparición de estas lesiones.
- Edad. La edad también juega un papel importante en el desarrollo de acrocordones. Con el envejecimiento, es más común que las personas experimenten la aparición de acrocordones, debido a una disminución en la elasticidad de la piel y a la acumulación de factores de riesgo a lo largo del tiempo.
¿Cómo se diferencian los acrocordones, las verrugas y los lunares?
Aunque los acrocordones, las verrugas y los lunares son lesiones comunes en la piel, tienen diferencias clave que nos permiten identificarlas fácilmente.
- Acrocordones: Son pequeños bultitos colgantes que suelen aparecer en áreas donde hay fricción, como el cuello o las axilas. Tienen una textura suave, y su color suele ser similar al de la piel o un poco más oscuro. Son benignos y no causan dolor, aunque pueden irritarse si se raspan.
- Verrugas: Son causadas por el virus del papiloma humano (VPH). Tienen una superficie rugosa y pueden aparecer en manos, pies o cara. Suelen ser más duras y pueden tener un color marrón o gris, a veces con puntos negros (vasos sanguíneos). Son contagiosas.
- Lunares: Son manchas pigmentadas que pueden ser planas o ligeramente elevadas. Aparecen en cualquier parte del cuerpo, especialmente en áreas expuestas al sol. Su color varía de marrón claro a oscuro, y son benignos, aunque algunos pueden cambiar con el tiempo, por lo que deben vigilarse.
¿Cómo tratar los acrocordones?
El tratamiento de los acrocordones es generalmente sencillo y, en la mayoría de los casos, no requiere procedimientos invasivos. A continuación, te explico las opciones más comunes para eliminarlos:
Corte o escisión
Este es uno de los métodos más utilizados en dermatología para eliminar los acrocordones de forma rápida y precisa. Consiste en seccionar la lesión con un bisturí quirúrgico o unas tijeras médicas estériles, asegurando un corte limpio y controlado. Para evitar molestias, se suele aplicar anestesia local infiltrada, lo que adormece la zona y permite que el procedimiento sea prácticamente indoloro.
Una vez retirado el acrocordón, el dermatólogo puede cauterizar la base con algún agente hemostático o con electrocoagulación para minimizar el sangrado y favorecer una mejor cicatrización. Este método es altamente efectivo, y en la mayoría de los casos deja una cicatriz mínima o prácticamente imperceptible, dependiendo del tamaño y la localización de la lesión. Además, al realizarse en un ambiente estéril y bajo manos expertas, el riesgo de infección o complicaciones es muy bajo.
Este procedimiento es ideal para acrocordones de mayor tamaño o aquellos que generan molestias constantes por el roce con la ropa o los accesorios. Tras la escisión, se recomienda mantener la zona limpia y aplicar un antiséptico suave para favorecer la cicatrización y evitar infecciones.
Cauterización
Este método se basa en el uso de una corriente eléctrica de baja intensidad para quemar el acrocordón. La corriente, aplicada a través de un dispositivo especializado, genera calor localizado que destruye el tejido del acrocordón de manera controlada. Al «quemar» la base de la lesión, se facilita que el acrocordón se seque y se caiga por sí solo después de unos días, sin necesidad de intervención quirúrgica adicional.
Aunque el procedimiento es bastante rápido y efectivo, es común que el paciente experimente algo de dolor o incomodidad durante la aplicación de la corriente, dado que se está afectando el tejido cutáneo. Sin embargo, esto es generalmente manejable, y muchos pacientes lo describen como una sensación de «escalofrío» o ligera quemazón.
En la mayoría de los casos, tras la cauterización, el acrocordón se secará y caerá en un plazo de 5 a 10 días, y no suele dejar una cicatriz notable, ya que el procedimiento es bastante preciso. Como medida postoperatoria, se recomienda evitar la exposición directa al sol en la zona tratada y aplicar un antiséptico suave para prevenir infecciones y promover una recuperación adecuada.
Crioterapia
Este tratamiento se basa en la aplicación de nitrógeno líquido a temperaturas extremadamente bajas, con el fin de congelar el acrocordón. La técnica es relativamente sencilla: el nitrógeno se aplica directamente sobre la lesión, lo que provoca que las células del acrocordón se congelen y, en consecuencia, se destruyan. Este proceso da lugar a una necrosis celular que hace que el acrocordón se caiga de manera natural en un plazo de entre 5 a 10 días.
La crioterapia es considerada una opción rápida y menos invasiva que otros tratamientos, ya que no requiere de cortes ni de anestesia local. Aunque el procedimiento en sí mismo es relativamente indoloro, es posible que durante la aplicación del nitrógeno se experimente una sensación de quemazón o escozor que desaparece casi inmediatamente después de finalizar el tratamiento.
Una de las grandes ventajas de la crioterapia es su capacidad para eliminar varios acrocordones a la vez, sin dejar cicatrices visibles, especialmente si las lesiones son pequeñas o superficiales. Sin embargo, si la congelación no es suficientemente profunda, existe la posibilidad de que el acrocordón no se elimine por completo, y el proceso puede necesitar repetirse. Tras el tratamiento, se recomienda mantener la zona limpia y aplicar un antiséptico para evitar infecciones mientras la piel cicatriza.
Tratamientos láser
El uso del láser se ha convertido en una opción altamente eficaz para eliminar los acrocordones, sobre todo cuando se encuentran en zonas más delicadas o de difícil acceso, como los párpados, el cuello o alrededor de las axilas. Este tratamiento es especialmente popular por su capacidad para tratar lesiones pequeñas o múltiples sin causar un gran daño a los tejidos circundantes.
Uno de los láseres más utilizados para este tipo de procedimientos es el láser KTP, que emite una longitud de onda específica que se absorbe muy bien por la hemoglobina y el pigmento de la piel. Gracias a esto, el láser es capaz de desintegrar el acrocordón de manera precisa y eficaz, sin afectar la epidermis o la dermis que lo rodean. Este tipo de láser se aplica de manera puntual y controlada, lo que minimiza el riesgo de cicatrices y reduce la probabilidad de quemaduras o daños en la piel.
El tratamiento con láser es bastante rápido y, en muchos casos, no requiere de anestesia local, ya que la sensación durante el procedimiento suele ser tolerable. Sin embargo, algunos pacientes pueden experimentar una ligera sensación de calor o escozor en la zona tratada. Tras el tratamiento, los acrocordones generalmente se desintegran en pocos días, y la piel puede quedar completamente libre de lesiones sin dejar marcas visibles.
Para aquellos que buscan un tratamiento rápido, preciso y sin cicatrices visibles, en Dermitek, ofrecemos opciones avanzadas como el láser KTP. Este láser es ideal para eliminar los acrocordones de manera segura y eficiente, proporcionando resultados excelentes sin tiempo de inactividad ni efectos secundarios significativos.






